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III Premios Buenas Prácticas

SALUD MENTAL ESPAÑA

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ACOMPAÑAMIENTO INTEGRAL PARA LA INCLUSIÓN SOCIAL

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Adaptación de los recursos, productos y servicios de la entidad en 2020

¿Qué se quería conseguir con el desarrollo de esta Buena Práctica?

El programa de Acompañamiento Integral está en continuo proceso de revisión y mejora, tratando de adaptarse a las diferentes realidades e integrando modelos y herramientas de trabajo que evidencia resultados positivos en la recuperación de la persona.

El objetivo de este programa es empoderar a las personas jóvenes con problemas de salud mental para que recuperen su proyecto de vida (evitando futuros problemas de aislamiento, cronificación) a través de un acompañamiento multidisciplinar en su entorno comunitario y familiar, poniendo a la persona siempre en el centro de la intervención y siendo ella misma quien marca sus objetivos y metas.

Nos enmarcamos en muchas ocasiones bajo el paraguas del acompañamiento terapéutico, práctica relativamente reciente cuyos orígenes se podrían situar en la década de 1960 en Argentina y Brasil principalmente.

El foco de esta intervención es el vínculo y trabajar con la persona en su contexto cultural, comunitario y familiar.

El equipo de Acompañamiento Integral de ASIEM se ha formado en esta práctica en el último año, para poder incorporar este enfoque en sus intervenciones en contextos comunitarios que ya venía haciendo.

De modo que además del acompañamiento instrumental, o de la aportación propia de cada profesión (psicológica, social u ocupacional) se ha incorporado en el programa de manera transversal una herramienta que facilita a la persona aprender a vincularse de maneras más “saludables” con ella mismo y su entorno.

¿Qué se ha hecho para conseguirlo?

Las actuaciones que se van a llevar a cabo se plantean en el Programa Individualizado de Rehabilitación (PIR) de cada usuario/a, de modo que cada intervención es única y característica, tal y como sucede con los objetivos propuestos.

Las intervenciones incluyen actividades como: acompañamiento a recursos sociales, atención domiciliaria, atención psicológica, organización y trabajo en objetivos etc.

Al iniciar la intervención con la persona beneficiaria intentamos realizar un diálogo de anticipación-futuro que nos servirá, aparte de para generar un espacio común donde todo el núcleo familiar equilibre expectativas, como una guía para el desarrollar el PIR de la persona.

Con la consigna de situarse en un futuro, se les pregunta a todos ellos qué ha sucedido durante este tiempo para que ahora las cosas estén bien.

Con todo lo que aparece aquí construimos un plan basado en las necesidades, demandas, deseos y esperanzas de la persona usuaria y de su familia.

Este diálogo de anticipación-futuro lo repetimos de manera anual, sirviéndonos los posteriores diálogos como mecanismo de evaluación.

A parte de estas actuaciones individuales se realizan otras actividades grupales:

  • Grupo de encuentro de jóvenes: Los/as participantes han elegido, dirigido y desarrollado la actividad del grupo con el acompañamiento de la terapeuta ocupacional y del trabajador social como una manera de retomar una ocupación significativa, de explorar sus propios intereses y motivaciones y de reactivarse tras algún tiempo de inactividad o aislamiento.

Se alterna con sesiones de contenido más psicológico donde el enfoque va dirigido a poder expresar en un entorno seguro las preocupaciones, dudas e inquietudes que, en general, comparten.

También se hace un Grupo multifamiliar: Es un espacio terapéutico en el que se reúnen simultáneamente varias familias incluyendo a la persona usuaria y en el que se interviene sobre las dinámicas familiares para generar un cambio en los roles y conductas de los miembros de la familia, ayudando a que la información fluya libremente con el fin de que los asistentes otorguen a la experiencia un significado favorable. Están invitados familiares, usuarios, allegados y cualquier persona que pueda tener relación.

¿Qué se ha conseguido?

Las personas usuarias con las que hemos intervenido están más empoderadas y son más partícipes en su proceso de recuperación.

Muchas de ellas han descubierto nuevas motivaciones o han retomado el interés por antiguas aficiones. Todas ellas están más ocupadas hoy que antes del inicio de la intervención y en ocupaciones que les resultan significativas.

En cuanto al tipo de actividades con las que están ocupando su tiempo, dependiendo de su proceso vital pueden ser de ocio, formativas o laborales.

Esta buena evolución en la mayoría de los casos junto a las intervenciones familiares desarrolladas, han favorecido un clima emocional en el hogar mucho más llevadero en el que hay muchos menos conflictos que antes, lo que a su vez ha mejorado el pronóstico clínico.
Prácticamente la totalidad de las personas familiares con las que hemos intervenido, han dejado de tomar la delantera en lo concerniente a la toma de decisiones relativas a la vida de su familiar.

Las personas jóvenes expresan sentirse más escuchados y gozar de una mayor libertad para tomar decisiones.

Las familias admiten a lo largo de la intervención, que “estaban muy encima de la persona por miedo a lo que pudiera pasar si ésta se encargaba de sus propios asuntos”.

También reconocen haberse quitado un gran peso de encima y admiten que, adoptando esta nueva actitud, se sienten menos angustiadas, al tiempo que sus hijos e hijas tienen un mayor espacio para desarrollar su autonomía.

Como un apunte cualitativo, hay que decir que las familias valoran muy positivamente la intervención porque “tienen a quien recurrir en momentos problemáticos o de duda”, lo que les tranquiliza mucho.

Las personas usuarias expresan sentirse más autónomas y demandar menos apoyos a sus familiares, lo que facilita la mejora de este clima emocional al que nos referíamos.

Las personas familiares refieren haber aumentado su esperanza con respecto al futuro y a las posibilidades de autonomía de sus familiares.

¿Qué ha mejorado gracias a la Buena Práctica?

Muchas personas jóvenes que sufren una primera crisis psicótica se desvinculan de sus entornos naturales y de su proyecto de vida, lo que impide su participación en la comunidad y su plena inclusión social.

Si no se interviene es probable que la persona desarrolle un peor pronóstico, una mayor dependencia y una exclusión social cada vez más difícil de mitigar, así como sentimientos negativos de frustración, tristeza, impotencia, rabia, etc.

Toda esta situación va sumiendo a la familia en un sufrimiento creciente que suele tender a desbordarse periódicamente.

Desde una perspectiva innovadora llevamos a cabo una intervención que se desarrolla en la comunidad y en el contexto cotidiano de la persona usuaria y que como novedad trata de empoderarla para que tome sus propias decisiones.

Tratamos de seguir aquello que la persona nos indica como relevante; ya no somos las personas profesionales los que decimos qué le pasa a la persona y qué tiene que hacer sino que dejamos que sea ella la que nos cuente qué le ocurre y cómo considera que debería ser ayudada.

Una intervención comunitaria requiere un plus: un plus de formación, un plus de especialización, un plus de tolerancia a la incertidumbre y un plus de creatividad.

Esta intervención que constituye una dificultad manifiesta también constituye al mismo tiempo uno de los pilares del éxito.

Y es que solo una intervención comunitaria en el contexto inmediato de las personas va a producir cambios significativos en su funcionamiento psicosocial.

Esta metodología de intervención permite mejorar distintos aspectos: propicia el empoderamiento de la persona, que se hace responsable de su proceso de recuperación, lo que repercute positivamente en su pronóstico.

Al servir como personas de referencia de las personas con las que trabajamos se facilitan las posibles coordinaciones con profesionales del ámbito de la salud mental (trabajadores/as sociales, psicólogos/as, psiquiatra etc.) promocionando el trabajo en red desde una perspectiva multidisciplinar, poniendo siempre a la persona en el centro.

¿Cómo se podría replicar en otras entidades?

Este proyecto tiene unas bases teóricas muy potentes e innovadoras. En España no encontramos con demasiada frecuencia metodologías tan innovadoras como las que utilizamos desde Acompañamiento Integral.

La parte positiva de tener estas bases teóricas y una firme metodología de registro es que el know-how del programa es fácilmente replicable en otros espacios.

Si bien es cierto que este proyecto es específico de salud mental, consideramos que la metodología podría ser útil incluso en otros ámbitos, ya que como hemos dicho en muchas ocasiones, el foco de este proyecto está en la recuperación y la inclusión y no tanto en el problema de salud mental en sí mismo, por lo que consideramos que podría ser replicable en otros contextos y con otros colectivos en vulnerabilidad social.

Los elementos esenciales para el buen funcionamiento serían:

  1. Intervención comunitaria: la intervención se aleja de los espacios institucionalizados, se interviene con todo el núcleo familiar.
  2. Trabajo en red con las personas profesionales/referentes: es relevante conocer toda la red de apoyo de la persona para poder intervenir de manera significativa.
  3. La persona usuaria dirige su proceso de recuperación: gracias a la herramienta del diálogo de anticipación la persona fija sus objetivos de recuperación y las personas profesionales acompañamos ese proceso.
  1. Encuadrar la intervención dentro del marco metodológico que seguimos: acompañamiento terapéutico y diálogo abierto. La forma más eficaz de transmitir esta información es mediante una formación a profesionales por parte de nuestros profesionales donde se pueda debatir al respecto, así como acudir a las fuentes teóricas del proyecto.
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